domingo, 7 de abril de 2013


Editorial.
CON LAS MANOS ATADAS
Escribir no es fácil, más, si se trata de un texto público con una postura definida, el cual es vulnerable a ser criticado, o rechazado  en el mejor de los casos. Aunque no lo crean, trato al máximo de no ser contestataria, pero es difícil, cuando se presenta una serie de acontecimientos dignos de cuestionar, sin embargo suelo recordar que no todo en la institución  es malo, no todo pretendo criticar y mucho menos busco crear con mis artículos un ambiente de hostilidad hacia la institución que me ha brindado tanto y a la cual le debo parte de quien soy.

Después del anterior desahogo de una escritora aficionada, hablaremos de lo que nos compete, como ya saben estamos a finales de periodo, el panorama no es otro al que ya conocen y el cual estoy cansada de repetir, rostros cansados (listos para llorar a partir de mañana), algunos docentes estresados y estudiantes al borde de un colapso emocional (exagero un poco nada más); en esta ocasión no defenderé a los oprimidos (los estudiantes), no buscaremos culpables y tampoco plasmaré las quejas y reclamos de estudiantes inconformes, hoy trataré de ir más a fondo.

Hace unos días sentados en el piso, cansados y ojerosos, junto a un grupo de compañeros mirábamos fijamente el logo de nuestra promoción, pintado en la pared de enfrente, cientos de cosas pasaban por nuestras mentes, estábamos hechos un mar de pensamientos, hasta que alguien rompió el hielo, salió a relucir el tema que tiene a todo un colegio preocupado, el bajo rendimiento académico, entre uno y otro comentario terminamos de manera burlona diciendo que al paso que vamos seremos la promoción 2014 y aunque en medio de risas, la anterior zafada afirmación estaba cerca de ser una realidad. Luego de analizar, terminamos diciendo lo que para nadie es un secreto: el nuevo sistema de evaluación, los dichosos porcentajes y pasar con 3.5, han sido la piedra en el zapato no solo de estudiantes, también de  algunos docentes que se les ve afanados y estresados sacando notas para tener el tiempo necesario para intentar, embarrarla y volver intentar subir las notas a una plataforma rediseñada.

El nuevo sistema de evaluación nuevamente le hace honor a la educación colombiana, pues prevalece en un 50% el saber “x” número de cosa, donde ser persona (lo que considero importante) vale un insignificante 20%, y lo peor siendo estudiante, que el saber hacer, es decir, las noches de largo investigando, escribiendo, tratando de hacer trabajos casi perfectos para que tristemente valga un 30%, cuando a mi parecer este componente incluye el esfuerzo, sacrificio, puntualidad y un tanto del saber del estudiante.

Sentados en el piso tratando de vencer el sueño, como jóvenes de once y directos afectados nos preguntábamos ¿qué hacer? haciendo alarde de mi función como personera, les comentaba a mis compañeros la posibilidad de realizar una “asamblea”, por así decirlo, donde el rector, coordinadores, docentes y estudiantes dialogáramos sin formalismos sobre lo que está pasando, antes que llegara el segundo periodo y ocurriera exactamente lo mismo, luego de analizar y refutar la idea, salió a flote una opinión que a pesar de sonar pesimista es verdadera “no podemos hacer nada, ellos no nos darían respuesta, porque el que manda es Bogotá”. A decir verdad siento miedo por lo que voy a decir, puede que mi opinión este errada o sea un poco fuerte, pero lamento decir que es la verdad, estamos subordinados (por no decir un termino más fuerte) por la dirección de Bienestar Social y aunque comprendo que es la instancia que nos compete y rige deberían darle un poco de libertad a las instituciones, primero porque no todas reciben las mismas ayudas, porque no todas soportan el ritmo que ellos quieren y porque simple y sencillamente somos estudiantes colegiales y no universitarios (no diré más)

¿Cómo pretender llegar a una solución si en nuestro colegio no se sabe quién manda mayoritariamente? ¿Dirección de Bienestar social, Ministerio y/o Secretaria de Educación o la misma institución? Estamos encerrados en un laberinto sin salida, porque no sabemos a quien dirigir nuestras quejas y opiniones; estoy segura que muchos no se atreven a hablar del tema (por miedo, creería yo) ¿Qué sacamos con expresarle nuestro inconformismo a los docentes si a lo mejor ellos están cansados de la situación? Surge así la pregunta sin respuesta ¿Qué hacer?

En fin, directivos, docentes y estudiantes estamos con las manos atadas y la boca callada, no hablaré más del tema porque debo aceptar que el involucrarme con la instancia que controla los colegios de la policía me causa cierto tipo de angustia, que traducido se le denominaría: miedo. Así que queda a su consideración, saquen sus propias conclusiones; para mi no habría algo más gratificante que ustedes, los lectores que juzgan mis escritos realizaran algún comentario para al menos saber que leyeron y que el texto les causo algo en sus mentes; de igual manera “échense” una pasadita por las otras secciones que tienen artículos interesantes y por favor COMENTEN, estamos cansados de escribir en vano.

Danna Ruiz Peña