Editorial.
CON LAS MANOS ATADAS
Escribir no es
fácil, más, si se trata de un texto público con una postura definida, el cual
es vulnerable a ser criticado, o rechazado en el mejor de los casos. Aunque no lo crean,
trato al máximo de no ser contestataria, pero es difícil, cuando se presenta
una serie de acontecimientos dignos de cuestionar, sin embargo suelo recordar
que no todo en la institución es malo,
no todo pretendo criticar y mucho menos busco crear con mis artículos un
ambiente de hostilidad hacia la institución que me ha brindado tanto y a la
cual le debo parte de quien soy.
Después del anterior desahogo de una escritora
aficionada, hablaremos de lo que nos compete, como ya saben estamos a finales
de periodo, el panorama no es otro al que ya conocen y el cual estoy cansada de
repetir, rostros cansados (listos para llorar a partir de mañana), algunos docentes
estresados y estudiantes al borde de un colapso emocional (exagero un poco nada
más); en esta ocasión no defenderé a los oprimidos (los estudiantes), no
buscaremos culpables y tampoco plasmaré las quejas y reclamos de estudiantes
inconformes, hoy trataré de ir más a fondo.
Hace unos días
sentados en el piso, cansados y ojerosos, junto a un grupo de compañeros
mirábamos fijamente el logo de nuestra promoción, pintado en la pared de
enfrente, cientos de cosas pasaban por nuestras mentes, estábamos hechos un mar
de pensamientos, hasta que alguien rompió el hielo, salió a relucir el tema que
tiene a todo un colegio preocupado, el bajo rendimiento académico, entre uno y
otro comentario terminamos de manera burlona diciendo que al paso que vamos
seremos la promoción 2014 y aunque en medio de risas, la anterior zafada
afirmación estaba cerca de ser una realidad. Luego de analizar, terminamos
diciendo lo que para nadie es un secreto: el nuevo sistema de evaluación, los
dichosos porcentajes y pasar con 3.5, han sido la piedra en el zapato no solo
de estudiantes, también de algunos docentes
que se les ve afanados y estresados sacando notas para tener el tiempo
necesario para intentar, embarrarla y volver intentar subir las notas a una
plataforma rediseñada.
El nuevo sistema
de evaluación nuevamente le hace honor a la educación colombiana, pues
prevalece en un 50% el saber “x” número de cosa, donde ser persona (lo que
considero importante) vale un insignificante 20%, y lo peor siendo estudiante,
que el saber hacer, es decir, las noches de largo investigando, escribiendo,
tratando de hacer trabajos casi perfectos para que tristemente valga un 30%,
cuando a mi parecer este componente incluye el esfuerzo, sacrificio,
puntualidad y un tanto del saber del estudiante.
Sentados en el
piso tratando de vencer el sueño, como jóvenes de once y directos afectados nos
preguntábamos ¿qué hacer? haciendo alarde de mi función como personera, les
comentaba a mis compañeros la posibilidad de realizar una “asamblea”, por así
decirlo, donde el rector, coordinadores, docentes y estudiantes dialogáramos sin
formalismos sobre lo que está pasando, antes que llegara el segundo periodo y
ocurriera exactamente lo mismo, luego de analizar y refutar la idea, salió a
flote una opinión que a pesar de sonar pesimista es verdadera “no podemos hacer
nada, ellos no nos darían respuesta, porque el que manda es Bogotá”. A decir
verdad siento miedo por lo que voy a decir, puede que mi opinión este errada o
sea un poco fuerte, pero lamento decir que es la verdad, estamos subordinados
(por no decir un termino más fuerte) por la dirección de Bienestar Social y
aunque comprendo que es la instancia que nos compete y rige deberían darle un
poco de libertad a las instituciones, primero porque no todas reciben las
mismas ayudas, porque no todas soportan el ritmo que ellos quieren y porque
simple y sencillamente somos estudiantes colegiales y no universitarios (no
diré más)
¿Cómo pretender
llegar a una solución si en nuestro colegio no se sabe quién manda
mayoritariamente? ¿Dirección de Bienestar social, Ministerio y/o Secretaria de
Educación o la misma institución? Estamos encerrados en un laberinto sin
salida, porque no sabemos a quien dirigir nuestras quejas y opiniones; estoy
segura que muchos no se atreven a hablar del tema (por miedo, creería yo) ¿Qué
sacamos con expresarle nuestro inconformismo a los docentes si a lo mejor ellos
están cansados de la situación? Surge así la pregunta sin respuesta ¿Qué hacer?
En fin,
directivos, docentes y estudiantes estamos con las manos atadas y la boca
callada, no hablaré más del tema porque debo aceptar que el involucrarme con la
instancia que controla los colegios de la policía me causa cierto tipo de
angustia, que traducido se le denominaría: miedo. Así que queda a su
consideración, saquen sus propias conclusiones; para mi no habría algo más
gratificante que ustedes, los lectores que juzgan mis escritos realizaran algún
comentario para al menos saber que leyeron y que el texto les causo algo en sus
mentes; de igual manera “échense” una pasadita por las otras secciones que
tienen artículos interesantes y por favor COMENTEN, estamos cansados de
escribir en vano.
Danna Ruiz Peña