Editorial.
ANTES DE QUE TODO ACABE
Pasó la semana,
una vez más se notó la ausencia del auditor en nuestro salón y en el aire
quedaron los temores de dar explicaciones y “rendir cuentas”, al parecer la
máscara fue puesta a tal perfección que no se notó con tanta fuerza la
auditoria de ICONTEC, o por lo menos no enloquecimos esta vez.
Hace unos días
mientras lidiábamos con un pésimo wi-fi tratando de realizar una prueba de
inglés perteneciente al Sena, la misma entidad que este año se le dio por exigir
más cuando en años anteriores nos había abandonado, sí, la misma que pretende
darnos clase los sábados en la mañana, en fin, mientras maldecíamos no tener
una buena conexión de internet y escuchábamos algunas excusas (válidas por
cierto) como que la culpa era de la empresa prestadora del servicio y que
antenas de la cárcel interceden la señal, a un lado de nosotros se oían las
discusiones de tres personajes jerárquicos de nuestra institución, con un tono
de voz un poco alzado, discutían sobre el valor de las izadas de bandera, su
poca trascendencia, el mal comportamiento,
mejor dicho, lo malas que son en su mayor parte. Aunque algunos defendían, uno
de estos personajes extrajo de su memoria el decreto que dice que se deben
realizar las izadas de bandera por semana donde se entone simplemente el
pabellón nacional, algunas palabras y nada más, entonces no más canciones, no
más representaciones, no más desordenes.
Así no lo crean,
por primera vez les di la razón, las izadas de bandera han perdido sentido, carecen
de esfuerzo, no se nota de la entusiasmo que se les imprime, es tal el deseo de
sólo cumplir que es ausente la creatividad y el esmero, salen con cualquier
cosa, improvisada por cierto, que en muchas ocasiones sólo hace quedar en
ridículo a los anfitriones. Es tras ese panorama poco alentador que uno se
pregunta ¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué le dan tan poco interés a estos escenarios
culturales? Si bien, los tiempos han cambiado, pero consigo han traído además
de la ley del menor esfuerzo, una despreocupación por lo nuestro, por
brindarles, en una media hora, un rato agradable a los compañeros, sólo actúan
como “hora libre” para descansar o mejor dicho para perder clase.
Donde quedan las
muestras teatrales con sentido, la exaltación a los logros y méritos de la
semana, los videos con fundamento y reflexión, además de las actividades
creativas que impresionaban y alegraban al público. Al parecer con el tiempo
también se van las buenas costumbres, a estas generaciones se les debe inculcar
el esfuerzo y exprimirle amor a cada cosa que realizan, el mismo que no debe
significar un “hacer por cumplir”, se debe recuperar las buenas costumbres y
darle importancia a cada cosa por mínima que sea.
Habrá que luchar
contra la indiferencia, la apatía y el desgane que con el tiempo ha tomado cada
izada de bandera, hay que volver a captar la atención del público, que una
poesía valga la pena recitar, o que unas palabras, como cual discurso
trascendente, con buena entonación, deje algo en nosotros, habrá que luchar con
los males de estos tiempos que encierran pérdida de tradición, así salvaremos
el sentido de pertenencia y responsabilidad que es necesario dar por mas mínimo
que sea el acto, porque de lo contrario nos limitaremos a leer unas palabras,
cantar un himno y ya, mientras la cultura se echa al olvido.
Danna Ruiz Peña