Editorial.
DIFÍCIL DE ACEPTAR
No puedo negar que
carezco de inspiración por estos días, a lo mejor porque tengo, literalmente,
el cerebro seco de tanto estudio. Esta última semana ha sido complicada, pero
hoy no hablaré de eso, ni de ningún tema académico, es un aspecto que nos ha
pasado a muchos y me urge expresarlo.
Los años pasan y es
lógico que la edad física deba ir acorde con la edad mental, me explico: a los
doce años además de ser bajo, se piensa como un niño, pero a los quince o dieciséis,
se crece un poco y es natural que la mentalidad de 12 quede atrás, dándole paso
a una mente madura, visionaria y abierta, si esto no ocurre, es porque
realmente no hemos llegado a la mayoría de edad, tal como lo define Kant. Traigo a colación lo anterior, porque hace unos
días me molestó de sobremanera el escuchar una frase como esta: “Danna, usted
ha cambiado, ya no es la misma de noveno”, me quedé callada, por respeto, que
en otras palabras fue rabia; ¿acaso no es obvio o natural que haya cambiado? A
mis trece años tenía una forma de pensar diferente, más cuadriculada, donde
ciegamente creía que todo lo que la sociedad (incluido el colegio) decía era
correcto, donde los buenos son los buenos y punto. ¿Acaso pretenden que frene
mi desarrollo como persona? Es sumamente normal llegar a un punto de la vida
donde se cuestione a sí mismo, chocar contra el mundo debería ser una
obligación en todo joven, el preguntarse por qué se cree en un Dios el cual no
escogí, por qué nací en este país, qué voy a hacer con mi vida, cómo le
contribuiré a la sociedad, entre otros cuestionamientos que direccionen su ser,
es algo así como filosofar indirectamente, pues a esa edad el término es
desconocido.
Me sigo preguntando,
¿Por qué los docentes se niegan a que un estudiante siga el transcurso de su
vida? Más, si se es catalogado como “excelente” estudiante, aunque para ellos
el ser “excelente” es quedarse estatua en una silla, no hacer ni un mínimo
reclamo, no alterarse ni un poco, no ponerse bravo ante aspectos que disgusten,
no contradecirlos y a todo responder con un SI. La razón la hallo en uno de los
anteriores aspectos, el contradecir, creería que lo que le disgusta a ciertos
docentes es un estudiante capaz de decir: profesor eso no es así, o, ¿Por qué
dice eso?, así es, los docentes temen a los estudiantes que no comen entero,
preguntan y preguntan, se contraponen o simple y sencillamente tienen la
capacidad de analizar las cosas y decir NO con argumentos valederos cuando
ellos quieren un sí. Para algunos ser autónomos, con ideología es una amenaza,
más si el joven tiene la capacidad de mover masas y hacer reflexionar a los
demás.
Hoy reafirmo lo que
pienso, en el colegio, muchas veces, niegan la posibilidad de desarrollarse
como individuo único y sujeto político, como algún día escuche decir; son
muchos los docentes que pretenden que no abramos nuestra mente, nos encierran
en un cubículo donde ¡se hace esto o esto!, piensen como yo pienso, y esto es
así y punto; mejor dicho quieren enfrascar nuestra mentalidad de doce o trece
años y no dejar que el espíritu contradictorio y realista salga a la luz. ¿Qué
tipo de educación es una donde no se permite desarrollar su ser?
El caso es que para
muchos cambié, lo cual me hace sentir orgullosa, pues tuve la posibilidad de
hacer un pare en el camino, examinarme y auto cuestionarme, fue en noveno que
encontré otras prioridades, como direccionar mi vida y construir mi identidad,
lo cual considero más importante que otras cosas, al parecer dejé de ser
excelente, por el hecho de pensar por mi misma.
Al igual que yo a
muchos compañeros les han dado el mismo discurso, adornado con la típica frase
ya mencionada. Soy una más, una que dejó el ridículo temor hacia los docentes y
que no teme al cambio. Ojalá este “clan” siga y siga creciendo, esto no es
revolucionario, ni nada por el estilo, aún en grado once están a tiempo de
estrellarse contra el mundo, porque después de cruzada la puerta del colegio,
la vida es otra, muy distinta, a la cual no estamos acostumbrados.
Para terminar, no se
si lo anterior sonó a un desahogo personal, en parte lo fue, aunque también
reflejé un poco la situación de otros compañeros, lo he dicho cientos de veces,
el escribir permite desahogarme, sacar toda mi rabia de la manera más perfecta
y sutil sin herir a nadie (eso creo); así que el anterior artículo va dirigido
a todos aquellos que han sido catalogados como renegados, revolucionarios,
contestatarios o “lideres negativos” (aunque sean todo lo contrario), los admiro,
son verdaderas personas porque gente lastimosamente hay mucha.
Danna Ruiz Peña