domingo, 20 de octubre de 2013

Editorial
DEL LADO DE ACÁ
De este lado, del que no observa sino que siente, las cosas son distintas, de este lado se siente a flor de piel la preocupación y sucumbe una gran presión, es poca la alegría y abunda la decepción, ya las cosas son distintas, no se vive de la misma manera ni se ve con los mismos ojos. Este lado es peor de lo que imaginábamos.

Al fin llegaron, más rápido que nunca, los resultados de la prueba Icfes tocaron la puerta y como un extraño suceso no pusieron problemas para verlos, en ese instante el universo conspiraba con mayor intensidad, muy a las 6 pm hora en que se anunció la publicación oficial de los resultados, ya muchos estudiantes de la promoción 2013  tenían a su disposición ese numero, que significa tanto en la vida. El año pasado, como simples espectadores, veíamos a nuestros compañeros de Once sonreír o llorar frente a una pantalla, mirando esos números que por un momento amaron u odiaron; este año fuimos nosotros los que a carne viva experimentamos ese manojo de emociones.

El panorama no era el que esperaba, hasta el momento, notas un poco más arriba de 60, varios pasaron la barrera del 50 y notas muy inferiores salieron a la luz, al otro día, ya acostumbrados a los molestos sábados en el Sena, muchos llevaban esa mascara de “no me importa mucho” o la de “nada ha pasado” con una sonrisa de adorno. Pues sí, esperábamos más y esa misma sensación de decepción la sintieron muchos, de este lado, del que siente, la rabia y el llanto se mezclaban y se hacían evidentes, somos más que un número y no es que pretenda hallar excusas, ni que el siguiente sea un discurso rebuscado de alguien que no obtuvo el resultado que esperaba, sólo es la visión de quien ve como muchos lloran y sufren al ver parte de su futuro por la borda.

La prueba de estado hace alarde de la exclusión en este país,  limita a cientos de jóvenes de cumplir un sueño, nos marcan como reses, con un número que no define lo que somos, que a su vez prohíbe un mejor futuro para el mismo país, aún no entiendo esa dinámica, la de pretender que los jóvenes colombianos no sean felices ni le contribuyan a la sociedad haciendo lo que les apasiona, no se imaginan la cantidad de médicos entregados a salvar vidas sin importarles  el dinero; debe romperse ese limitante que permite que hallan profesionales sin vocación, biólogos que quisieron ser médicos, licenciados que quisieron ser ingenieros o sencillamente técnicos que aspiraban encontrar una vida profesional y aunque no en todos los casos ocurre muchos se ven condenados a no hacer lo que gustan sino lo que les toca, lo que un numero les permite, a vivir por vivir, a ser victimas de un sistema que también pretende tener más trabajadores con paga mínima.

Ese es el ICFES un limitando al progreso personal, un destructor de sueños, una muestra vil de que la educación en Colombia no es incluyente, la muestra de que lo privado siempre estará por encima de lo público, comparar la preparación para el examen de estado entre un colegio público y privado muestra un contraste sorprendente y un índice  al ingreso a la educación superior, preocupante. De ese lado se cortan las alas a cientos de jóvenes sin remordimiento alguno, se les clasifica, se les juzgan, de ese lado no importan las metas ni lo sueños, mucho menos las ganas de salir adelante, nada más juega con el azar de nuestra vida, nos muestra si somos buenos o malos, así este equivocado, el ICFES no es reflejo de 11 años de estudio, entrega y sacrificio , no determina si somos o no buenos o malos estudiantes, y un buen puntaje no asegura si en un futuro tendremos trabajo ni una vida exitosa, mucho menos si será feliz, cada día hay más abogados siendo taxistas, administradores de empresas con negocios de barrio y médicos con consultorios poco rentables.

Ya sólo toca aceptar las cosas, reconocer que no somos lo que nos dicta un número, podríamos buscar culpables hasta excusarnos con una mentira conveniente pero no vale la pena pelear contra una fuerza mayor a nosotros, habrá que soportar los regaños, los “yo esperaba más de usted”, tocará seguir caminando con la cabeza abajo siendo victimas de comentarios y cargando al hombro la cruz, de no poder mostrar lo que verdaderamente somos.                                                                                                                            
Danna Ruiz Peña