Editorial
DEL LADO DE ACÁ
De este lado, del que
no observa sino que siente, las cosas son distintas, de este lado se siente a
flor de piel la preocupación y sucumbe una gran presión, es poca la alegría y
abunda la decepción, ya las cosas son distintas, no se vive de la misma manera
ni se ve con los mismos ojos. Este lado es peor de lo que imaginábamos.
Al fin llegaron, más
rápido que nunca, los resultados de la prueba Icfes tocaron la puerta y como un
extraño suceso no pusieron problemas para verlos, en ese instante el universo
conspiraba con mayor intensidad, muy a las 6 pm hora en que se anunció la
publicación oficial de los resultados, ya muchos estudiantes de la promoción
2013 tenían a su disposición ese numero,
que significa tanto en la vida. El año pasado, como simples espectadores, veíamos
a nuestros compañeros de Once sonreír o llorar frente a una pantalla, mirando
esos números que por un momento amaron u odiaron; este año fuimos nosotros los
que a carne viva experimentamos ese manojo de emociones.
El panorama no era el
que esperaba, hasta el momento, notas un poco más arriba de 60, varios pasaron
la barrera del 50 y notas muy inferiores salieron a la luz, al otro día, ya
acostumbrados a los molestos sábados en el Sena, muchos llevaban esa mascara de
“no me importa mucho” o la de “nada ha pasado” con una sonrisa de adorno. Pues
sí, esperábamos más y esa misma sensación de decepción la sintieron muchos, de
este lado, del que siente, la rabia y el llanto se mezclaban y se hacían
evidentes, somos más que un número y no es que pretenda hallar excusas, ni que
el siguiente sea un discurso rebuscado de alguien que no obtuvo el resultado
que esperaba, sólo es la visión de quien ve como muchos lloran y sufren al ver
parte de su futuro por la borda.
La prueba de estado
hace alarde de la exclusión en este país,
limita a cientos de jóvenes de cumplir un sueño, nos marcan como reses,
con un número que no define lo que somos, que a su vez prohíbe un mejor futuro
para el mismo país, aún no entiendo esa dinámica, la de pretender que los
jóvenes colombianos no sean felices ni le contribuyan a la sociedad haciendo lo
que les apasiona, no se imaginan la cantidad de médicos entregados a salvar
vidas sin importarles el dinero; debe
romperse ese limitante que permite que hallan profesionales sin vocación,
biólogos que quisieron ser médicos, licenciados que quisieron ser ingenieros o
sencillamente técnicos que aspiraban encontrar una vida profesional y aunque no
en todos los casos ocurre muchos se ven condenados a no hacer lo que gustan
sino lo que les toca, lo que un numero les permite, a vivir por vivir, a ser
victimas de un sistema que también pretende tener más trabajadores con paga
mínima.
Ese es el ICFES un
limitando al progreso personal, un destructor de sueños, una muestra vil de que
la educación en Colombia no es incluyente, la muestra de que lo privado siempre
estará por encima de lo público, comparar la preparación para el examen de
estado entre un colegio público y privado muestra un contraste sorprendente y
un índice al ingreso a la educación
superior, preocupante. De ese lado se cortan las alas a cientos de jóvenes sin
remordimiento alguno, se les clasifica, se les juzgan, de ese lado no importan
las metas ni lo sueños, mucho menos las ganas de salir adelante, nada más juega
con el azar de nuestra vida, nos muestra si somos buenos o malos, así este
equivocado, el ICFES no es reflejo de 11 años de estudio, entrega y sacrificio
, no determina si somos o no buenos o malos estudiantes, y un buen puntaje no
asegura si en un futuro tendremos trabajo ni una vida exitosa, mucho menos si
será feliz, cada día hay más abogados siendo taxistas, administradores de
empresas con negocios de barrio y médicos con consultorios poco rentables.
Ya sólo toca aceptar
las cosas, reconocer que no somos lo que nos dicta un número, podríamos buscar
culpables hasta excusarnos con una mentira conveniente pero no vale la pena
pelear contra una fuerza mayor a nosotros, habrá que soportar los regaños, los
“yo esperaba más de usted”, tocará seguir caminando con la cabeza abajo siendo
victimas de comentarios y cargando al hombro la cruz, de no poder mostrar lo
que verdaderamente somos.
Danna Ruiz Peña
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