lunes, 4 de noviembre de 2013

Editorial
PASOS DE INDIFERENCIA

Durante toda su obra tanto moral, filosófica como política, Marx establecía que sea cual sea la época o periodo a través de la historia, siempre ha existido cierta jerarquización entre el hombre, siempre prevalece en la sociedad un poder superior y otro inferior, este segundo (desgraciadamente) tiende a rendir pleitesía al primero, aunque se revele; todo lo anterior junto a su amigo Federico Engels lo promulgó a través de un manifiesto, donde exponía la constante lucha de clases que siempre existirá. 

Se supone el fantasma del Marxismo y la figura del burgués y el proletario, o mejor explicado el rico y el pobre nada más existe en el papel, se supone que ya no se debería sentir con tal fuerza la jerarquización del poder, sea cual sea al que se atribuya dicho título. Puede que suene exagerado o hasta descabellado el creer que en nuestro propio colegio, un ente donde prima la “libertad y el orden”, el poder prevalezca en un pequeño sector o, mejor dicho, en un pequeño grupo de personas; también seria ilógico pensar que en nuestro colegio se sienta la desigualdad y no sólo entre estudiantes (que seria lo más común) sino también entre docentes. Pues entonces sepan bien que estudiamos en un colegio de injusticias, casos ilógicos y situaciones descabelladas.

Puede que la analogía ya planteada no sea la más adecuada o la mejor vista, pero aunque no lo crean es a la que más se asemeja. A lo mejor es el mucho amor que a pesar de todo conservo hacia mi colegio, el que me hace escribir esto, cuando se llega a once, se comienza a ver con otros ojos, se ve más allá de las cuatro paredes de nuestro salón y sin querer se comienza a analizar cada comportamiento y cada situación con más detalle hasta que se descubren muchas cosas, por eso últimamente ando cabizbaja, con el enojo al aire, mientras le comento  a uno que otro compañero la visión de tales injusticias, las cuales muchos repudian, pero prefieren callar.    
   
En fin, no me quisiera alargar mucho ni dejarlos con un abrebocas,  pero ocurren tales cosas como las siguientes: por “extrañas” razones algunos estudiantes “x” pasan ciertas materias sin el mínimo esfuerzo, mientras los otros se matan estudiando y haciendo trabajos. En cuanto a la desigualdad entre docentes se nota en el préstamo o en el tener a su disposición un simple video beam  o también en quienes elogian o ponen en un pedestal, mientras otros triunfan en el anonimato.

Pues sí, en el mismo colegio, así el rector diga una cosa o haya dado el visto bueno a algo, cuando cierto(s) personaje(s) dice(n) NO, todo se cancela, todo se cae abajo, tiene la facultad de paralizar todo un colegio, tal ejemplo es la celebración de Halloween que fue cancelado con el pretexto de que “no podíamos perder clases”, esta vez se respeta aunque no se comparte la decisión, hasta había algo de razón y la excusa fue la adecuada, pero lo que sí es inaudito, es que por la misma razón hayan cancelado la novena decembrina que se realiza a final del año, o la decoración de los salones con esta temática, ¿perder clase? Si somos muchos los estudiantes que ya estamos finalizando y cerrando notas, además decorar un salón no influye, más, cuando hay clases en las que ya no se hace mucho, eso era generar cultura y tradición, unir a la comunidad educativa de la que tanto hablan, es más entre ellos mismos sienten rabia cuando ciertos personajes dicen “eso no puede ser así”  todo se tiene que acoplar a su manera, así no tenga la autoridad para hacerlo.

Nuestra lucha por la igualdad de las clases es en silencio, prácticamente obsoleto, es que es casi imposible nadar contra la corriente, la imagen de rectitud que algún día tuve de mi colegio amenaza por derrumbarse. Aquí no hay mucho por hacer, toca “comer callado” y seguir observando, lástima que tanta carreta de valores institucionales quede en el papel, que lástima que no se escuche a los estudiantes ni a los mismos docentes. No se puede batallar en contra de la desigualdad, ni de la jerarquización desorganizada del poder, porque no es un fantasma el que ronda con indiferencia, sino un monstruo en carne propia.    

Danna Yasbleydi Ruiz Peña               


  

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